viernes, 6 de enero de 2012

Que contigo no me importa el mundo, sólo tú y yo.


Que dejemos de ser tú y yo para convertirnos en nosotros. Y es que creo que echarte tanto de menos es un pecado.
-"Te quiero". Esa frase que deseo que me digas y que me muero por no poder hacerlo yo. Es una mezcla entre impotencia y sentirme como una mierda cada vez que estoy delante tuya y no paro de mirarte, pero en cuanto te giras, aparto la mirada. Que ya se empieza a notar, que lo sepa todo el instituto excepto tú me parece excesivo. Dios, me gustaría tanto que te enteraras ya. Pero en el fondo sé que no serviría de nada, que simplemente me ignorarías más de lo que lo haces ya. Que tampoco serviría llegar a tu casa una tarde, tirarme en tu cama y comerte a besos como si no hubiese mañana. Que me encantaría tenerte cerca en el fin del mundo, porque sé que en ese momento no me podría retener más y me lanzaría, te diría todo lo que siento de carrerilla, así, sin pensarlo. Porque todo lo que pasa por mi mente eres tú, la imagen de tu boca rozando ligeramente mi labio superior me estremece y me hace sentir que ya no desearía nada más. Nada más que despertarme junto a ti todas las mañanas, con una camiseta vieja de las tuyas puesta, y sin nada más por debajo para sentir tu olor en cada parte de mi cuerpo; que hicieras que me despejara con tu despertador en modo besos, en modo caricias, o en modo abrazos. Que me preparas el café con la taza que nos hubiéramos comprado en Nueva York, esa que tanto me gustaría. Que el frapuccino me dejara un bigote de nata, me lo sacaras tu con la lengua y acabáramos en la cama de nuevo. Que no me dejaras ponerme la ropa de nuevo y que nos tiráramos a la piscina entre besos juguetones y miradas en forma de corazón. Que no hubiese prejuicios entre nosotros, que el qué dirán no nos importara en absoluto. Que fuésemos felices, aunque sin duda, estar contigo sería lo que más me haría feliz.

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