lunes, 1 de agosto de 2011

Si puedo contar contigo para hablar de dolor.


Llevo muchísimo tiempo intentando entender por qué. Por qué se supone que tengo que estar pensando en ti todo el rato? Por qué me tengo que preocupar tanto por tu vida? No lo sé.
Pero de lo que me he dado cuenta ha sido de lo igual que eres a mí. Miles y miles de igualdades te podría decir ahora mismo. Y más o menos basándome en eso me di cuenta de que hago lo que hago simplemente para que veas lo iguales que somos, para que te fijes en que no somos tan diferentes como para que me ignores; que simplemente, quiero que me hagas caso, porque es eso. Vale, ya me saludas por la calle, eso está bien teniendo en cuenta que llevábamos dos años sin hablarnos, sin tener una conversación decente.
Además sé que tú sigues sabiendo quien soy, qué fuimos, cuando, cómo y dónde. ¿Crees que no se nota que cuando hablo con alguien escuchas la conversación y hasta a veces, intervienes? Sé que a ti también te gustaría ser como antes. Vale, puede que no tanto como antes, por la puta edad. La puta edad de los cojones que nos impide que todo vuelva a ser como quiero que sea. Pero llevarnos más, por lo menos que yo no sea para ti una simple conocida.  Que si me saludas por la calle tus amigos te pregunten: -Quien es? y tu respondas: +Una amiga.
Pero sabes por qué ni siquiera nos llevamos como para considerar que soy tu amiga? Porque eres guay. Si, eres guay, o al menos eso crees. Claro, eres mayor que yo y eso te da derecho a ignorarme como la mierda, pese a todo lo que yo sé de ti y tú sabes de mí. Porque te recuerdo que cuando estás a solas sigues siendo la misma persona de siempre, la que yo conozco de verdad, y cuando estás con tus amigos ni siquiera te dignas a mirarme.
Y no sólo me haces eso a mí. Incluso se lo haces a los de tu edad. Pasar de ellos como si nada con falsedad y superficialidad, como si el mundo fuera tuyo. Así normal que de tus 6 mejores amigos de hace tres años sólo hables con dos, pero muy de vez en cuando. Y todo el mundo sabe toda tu vida, como para que luego no quieras que nadie sepa nada. Asquerosa superficialidad.
Pero bueno, yo paso, paso porque prefiero quedarme con lo bueno, y de eso tienes mucho. Y pese a lo mucho que te odio a veces, cuando me haces sufrir, te quiero mucho. Te quiero por lo que pasamos hace ya muchos años. Y no sé si recuerdas lo que me escribiste hace mucho tiempo: "Nunca cambies, te quiero mucho." La que he cambiado no he sido yo, has sido tú, y espero que no hayas cambiado en lo de que me quieres. También hace bastante que no te veo, pero si por casualidad lees esto, me gustaría que hablaras conmigo. 
Pobre ilusa que soy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario